LA PRIMERA ANÉCDOTA Y EL DIRECTOR GENERAL DE LA GUARDIA CIVIL

Una de las primeras anécdotas, que se conocen en este Cuerpo y que fue relatada por el propio Duque de Ahumada en sus memorias, hace referencia a la disciplina en el servicio y en el cumplimiento exacto de las órdenes recibidas por parte de la Guardia Civil, cuando uno de los primeros servicios encomendados al recién creado Cuerpo, la vigilancia del Teatro Real de Madrid y el mantenimiento del orden público, al cual iba a acudir la reina Isabel II para su inauguración, con la orden tajante de que por determinadas calles, no podría pasar ningún tipo de carruajes.

Se acercó uno de estos carruajes a toda velocidad, un cabo de servicio le dio el alto haciéndole saber que por allí no se podía circular, a lo que el cochero le responde que ese coche en concreto si podía pasar. El propio general Narváez, Presidente del Gobierno que viajaba en él, quiso poner fin a aquella discusión, manteniendo su derecho al paso por la calle, dada su condición, contestando el cabo que las órdenes eran claras y que si insistía en pasar por allí, sería atropellando el honor del Cuerpo, al cual se le habían dado unas órdenes concretas.

Al final hizo dar la vuelta al carruaje y entró por donde lo estaban haciendo los demás invitados, haciendo llamar al Duque de Ahumada y le comentó lo sucedido y que había que castigar de forma severa al mismo.

El Duque de Ahumada se informó y acto seguido nuevamente se presentó ante el Presidente del Gobierno, para indicarle que no veía la necesidad de castigo, Narváez más tranquilo ordenó que se castigara al cabo con algo menos severo, como trasladarlo fuera de Madrid.

Al día siguiente en el despacho de Narváez se presentó el Duque de Ahumada, con dos escritos, el primero era su propia dimisión y el segundo era el traslado del cabo, firmado por el jefe accidental encargado del mando de la Guardia Civil, tras su dimisión.

Narváez no aceptó la dimisión de Ahumada y por supuesto el cabo no fue trasladado, ya que nuestro fundador argumentó que no se había creado la Guardia Civil, destinada a altos fines, para que su prestigio y su honor fuesen pisoteados a la primera ocasión que se presentase.”

Esta primera anécdota conocida de la Guardia Civil, y demuestra el verdadero espíritu del Cuerpo y de su fundador, que en ningún caso se dejan pisotear, demostrando lo que siempre ha sido una de sus virtudes, la disciplina.

Esta es una de las anécdotas más contadas sobre el Duque de Ahumada en los inicios de la Guardia Civil. Hoy no la traemos aquí por lo que supone el amor al servicio y la disciplina de sus miembros sino por el ejemplo que supone para la persona que ejerce el máximo mando en la Guardia Civil.

Ayer asistimos a una reunión en la quedó demostrado que nuestro Director General va a renunciar a una parte importante de la equiparación salarial de los guardias civiles en beneficio de los componentes Cuerpo Nacional de Policía. Y no se trata solo de dinero sino de que la Guardia Civil, que ha sido siempre peor pagada que los sucesivos cuerpos de policía, se ve otra vez ninguneada. Suponemos que, puesto que su obligación es defender los intereses de los guardias civiles, alguien le habrá obligado a hacerlo así. En este caso, nos gustaría tener un Director General que, como el Duque de Ahumada ante las órdenes de Narváez, antepusiera los intereses de sus subordinados a los propios y que, junto con la propuesta que debe enviar, presentase también su dimisión.

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