LEALTAD CONSTITUCIONAL: La vergüenza del mérito sin recompensa

Cuando desde las instituciones catalanas se planteaba el pulso más grave a la democracia española, la Guardia Civil fue la única policía que plantó cara al reto.

Cuando más difícil era, y la presión social asfixiaba y paralizada a unos mientras enervaba a otros, se lanzó un dispositivo el 20 de septiembre que terminó en un asedio que puso a prueba, otra vez, el temple de un puñado de guardias civiles.

Se cumplió la misión y con las pruebas obtenidas ese día fueron condenados por sedición los que dirigieron desde el poder el golpe de estado frustrado.

La unión y el compañerismo entre numerosas especialidades del Cuerpo, puestos a disposición de los jueces a través de los investigadores fueron la clave para escribir un renglón más en la historia. Y fue la Guardia Civil y no otro Cuerpo quien lo hizo.

Y no lo decimos nosotros. Se nos ha reconocido a veces en público a través de los medios de comunicación y susurrado al oído en innumerables ocasiones. Somos profesionales y de estas loas nos quedamos con la satisfacción del deber cumplido y la mirada del ciudadano.

Pero, como profesionales que somos, dábamos por supuesto que este trozo de vida  que algunos guardias civiles dejamos en estos años en Cataluña se plasmara de alguna manera en nuestra hoja de servicios. Nos equivocamos.

Por parte del Estado sólo hemos recibido silencio. No se ha condecorado a ningún guardia civil por aquellos hechos. Es más, nuestro Ministerio del Interior ha condecorado antes a los que nos dejaron solos en el cumplimiento del mandato judicial del 1 O que a los que no eludimos de nuestra responsabilidad con la ley.

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