La prensa tiene una labor fundamental en la vida de los ciudadanos y de los sistemas democráticos; en muchas ocasiones es el último recurso ante la injusticia, olvido o menosprecio que tiene el ciudadano frente al gobernante. Y así tiene que seguir siendo, un contrapoder, una justicia barata, y un arma temible. Tiene también la prensa, además de ese efecto justo y justiciero, otro balsámico y embriagador: alimenta y cura los egos de aquellos que la utilizan como arma arrojadiza o vindicativa. Es también el vehículo que acoge a los del “¡Te vas a enterar, me voy a la prensa!”; y se van, ignorando, antes por torpeza, y después por ceguera, que muchas veces el resultado final daña al instigador bastante más que le beneficia. Igual que las drogas.
En los tiempos actuales, en una sociedad donde todo vale y nada cuenta, la prensa buena se ve afectada por la otra, la prostituida; y a esta última todos tienen acceso, pagando o sin pagar. Y muchos guardias civiles, con más voluntad que oficio en esos terrenos, hemos visto una salida a nuestros males o incluso un desahogo a las injusticias que sufrimos. Que no son pocas. En el caso de individuos aislados es entendible e incluso perdonable, pero si se trata de organizaciones experimentadas se trata de una cosa distinta, algo más organizado, más “asociado” a un fin perverso: el desprestigio y la propia autodestrucción.
El último ejemplo y que juzgue el lector. Salta a la luz, a través de agencias de noticias que luego reflejan varios periódicos, que en una pequeña localidad de la isla de Las Palmas había alguna irregularidad en el “abono del agua de la Casa Cuartel”, con profusión de datos sobre aljibes, contadores y metros cúbicos de agua. Y culmina el “escandaloso escándalo” pidiendo al recién nombrado Director General de la Guardia Civil que investigue; ya el grave problema ha saltado a la Península, y nos tememos que acabe algún día en el Tribunal de Derechos Humanos de la Haya.
Lo decimos aquí bien alto y bien claro para que nadie manipule este texto. Que todo tipo de irregularidad hay que corregirla es una exigencia que esta Asociación siempre fomentará, apoyará y peleará hasta sus últimas consecuencias. Todo lo que vaya contra la Ley (ordenanzas, reglamentos, normas o códigos) tiene que ser castigado y corregido. Pero cada cosa en su cauce y con su importancia; el de los contadores de agua también, pero no deberían intervenir ni la prensa ni el Director. El goteo de noticias donde se publican y exageran las miserias de nuestro colectivo, las miserias de ochenta mil seres humanos cada uno de su padre y de su madre, solo tiene una consecuencia (buscada o no): el desprestigio de las personas y de la Institución.
No todos los guardias civiles somos tramposos (casi ninguno diríamos), no todos los guardias civiles vivimos en condiciones tercermundistas, no todos vestimos uniformes rotos, ni patrullamos en cuatro latas. Eso no es real. Es una falsa imagen que se quiere difundir. Hay muchos guardias civiles que luchamos por mejorar el Cuerpo (y hay mucho que hacer), sin ruido y con determinación. Y que estamos orgullosos de ser Guardia Civil, e intentaremos seguir siéndolo sin desprestigiar el uniforme que vestimos.