Los homenajes para quien los merece, no para los asesinos.

El día 7 de junio de 1968 era asesinado el Guardia Civil D. JOSÉ PARDINES ARCAY, la primera víctima de los asesinos de ETA; el pasado año, se cumplieron por tanto 50 años de ese triste suceso que marcó el inicio de una parte negra y trágica de nuestra historia reciente. Muchos años de sufrimiento para una sociedad que quería vivir con paz y, posteriormente, en libertad, dotándose de mecanismos democráticos que disfrutamos en nuestros días.

Este año, en el 51 aniversario de su asesinato, APROGC volverá a su localidad natal, Malpica de Bergantiños (A Coruña), para depositar unas flores en el monolito que allí colocamos con la colaboración de varias instituciones, para que no se olvide tan trágico hecho.

Y este año, hay quien quiere volver a homenajear a su asesino, que le disparó por la espalda cuando Pardines estaba agachado y que le remató cuando estaba en el suelo. Ese “valiente gudari”, que ni siquiera tuvo la valentía de mirarle a los ojos y que huyó despavorido del lugar, dejando a una persona joven moribunda en el asfalto.

Sin embargo no consiguió escapar de la ley, porque gracias a la labor de los compañeros de Pardines consiguieron localizarlo a las pocas horas, resultando muerto en una legítima intervención cuando se enfrentó a la fuerza pública, y no asesinado como defienden aquellos que con enorme bajeza moral pretenden homenajearle.

La sociedad española en general, y sus responsables en particular, no pueden consentir esta vergüenza, no pueden permitir que se haga un homenaje al terrorista cobarde que apretó el gatillo. A quien todos tenemos que homenajear es al Guardia Civil Pardines, y a través de él, de su memoria, a todos las personas que sufrieron el dolor causado por los terroristas de ETA.

La justicia, y la ley, deben estar de parte de las víctimas, e impedir el sufrimiento y la humillación que tan vergonzante homenaje supone para todas las victimas del terrorismo.

Desde APROGC mostramos de nuevo todo nuestro apoyo a todas las víctimas del terrorismo, muchos de las cuales son nuestros propios compañeros, y nuestro más absoluto desprecio a los verdugos, a quienes les homenajean y a quienes por acción  u omisión toleran estos homenajes.

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